sábado, 3 de enero de 2009

¿Aprovecho bien el tiempo?

La falta de claridad sobre nuestros objetivos, la rutina, la falta de determinación y de orden, la poca comunicación, son algunos de los motivos por los cuales no se aprovecha adecuadamente el tiempo.

Sabemos que el estilo de vida de las grandes ciudades distorsiona notablemente el valor del tiempo. Los días parecen más cortos de lo que son, el agobio psicológico o "stress" ataca a todos en mayor o menor medida y solemos tener la sensación de no llegar a cumplir con todo lo que nos hemos propuesto. Actuamos tan de prisa que casi corremos.
Pero correr... ¿hacia dónde? Corremos de un lado a otro sin parar, sin concedernos un instante para respirar y pensar sobre el sentido de lo que hacemos: ¿Qué es lo que buscamos alcanzar? ¿Qué hay al final de esta carrera? La gran mayoría ha perdido de vista este fin, ¿por qué?
La falta de claridad sobre nuestros objetivos, la rutina, la falta de determinación y de orden, la poca comunicación, son algunos de los motivos por los cuales no se aprovecha adecuadamente el tiempo. Su manejo es uno de los factores más importantes en nuestras vidas y sin embargo, es uno de los problemas más notorios de nuestra época.Pero el problema, decía el filósofo Séneca, no radica en la falta de tiempo, sino en una mala utilización. ¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar a resolver este problema? Partamos de que el tiempo es Vida, es una energía vital, un recurso tan valioso que ningún otro podría reemplazarlo. Cuando hablamos de utilizar bien nuestro tiempo, nos referimos a cómo aprovecharlo en beneficio de nuestra finalidad; de lo contrario, ni todas las técnicas del mundo nos servirán de nada.
Para definir cuál es nuestra finalidad, hay que empezar por tener claridad sobre aquello que anhelamos alcanzar en nuestra vida, aquello que soñamos. Todos tenemos sueños, pero ¿qué estamos haciendo hoy para plasmarlos? ¿Cuánto aportan nuestras actividades cotidianas al logro de este objetivo final? No se trata de acumular pendientes para un mañana lejano, sino encaminar cada acto presente hacia el objetivo final.
Algunas personas, al estar abrumadas por un día a día que aporta poco o nada a sus sueños, llegan a tomar una decisión no siempre acertada: renunciar a vivir sus sueños para proseguir al menos con las exigencias básicas de la vida.
El peligro de no tener clara nuestra finalidad en la vida es que podemos llegar al final de nuestros días preguntándonos "¿Qué hice de mi vida?".
Vivir nuestros sueños es darle un sentido a nuestra existencia. Y para ello, debemos conocer quiénes somos, decidir quiénes queremos llegar a ser y saber cómo actuar cada día para lograr ese propósito. El camino de la filosofía o el conocimiento de sí mismo y de la vida, ha sido siempre una extraordinaria ayuda para los hombres que buscan respuestas claras y profundas a estas inquietudes.
Decía el filósofo Epícteto: "Primero cerciórate de quién quieres ser, luego, haz lo que debas hacer"...
"Todo ser humano - nos decía Jorge Angel Livraga - tiene necesidad no sólo de pan sino de un trozo de gloria, de un trozo de historia…" (Fuente: Boletín Cultural de Nueva Acrópolis)

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