Por: Augusto Álvarez Rodrich (*)
El fujimorismo sigue anclado en el pasado.
Veinte años después de la captura de Abimael Guzmán, que se cumplen hoy, el Perú es un mejor país que entonces, pero, como entonces, con problemas profundos para los cuales todavía no se vislumbra solución en el mediano plazo.
Dos décadas después, Sendero Luminoso aún vive pero muy debilitado y en formas diferentes a las de cuando Guzmán y su pandilla demencial bailaban ‘Zorba el griego’.
Pero la captura del líder de Sendero Luminoso fue la estocada crucial pues significó el desmoronamiento de esta organización terrorista que tanto daño le hizo al Perú, de un modo mucho más acelerado al que la mayoría previó, incluso el propio gobierno que lo atrapó.
Porque ese gobierno fue el que lo atrapó. Por supuesto que lo hizo un conjunto valeroso de policías agrupados en el GEIN, pero esto ocurrió durante el régimen de Alberto Fujimori –y de su compinche Vladimiro Montesinos–, lo cual lleva a que la población le otorgue el mérito a ese gobierno. Con razón.
Luego de eso, el propio fujimontesinismo se encargó de desactivar el GEIN en medio de la necesidad del ‘Doc’ de concentrar poder para organizar mejor sus fechorías.
Por ello, es absurda la ceremonia organizada ayer en el Congreso por el fujimorismo para condecorar al GEIN, que la misma fuera presidida por Keiko Fujimori, y que esta contara con la participación absurdamente ingenuota –por decir lo menos– del ministro Wilfredo Pedraza.
Pero la gente va a recordar que Abimael fue capturado en el gobierno de Fujimori. Es por ese motivo, junto con la derrota de la hiperinflación y el inicio de una reforma económica que hasta hoy se mantiene como eje central en el país, que el fujimorismo tiene un apoyo duro que se puede estimar en alrededor de la quinta parte de la votación.
Pero esa es solo una parte de la historia. La otra es la que explica por qué el fujimorismo tiene un voto negativo tan alto, y es precisamente aquella que no ha sido incapaz de superar, de trascender, de un modo crítico, para mirar el futuro de un modo distinto y presentarse como una opción política que deja atrás todo lo malo que también trajo la década en la que estuvo en el poder.
La dificultad para desmarcarse de corruptos y violadores de derechos humanos le impide al fujimorismo tener una mirada crítica del pasado y despegar en el futuro.
Una expresión de ello es la vocación del fujimorismo, reiterada en estos días, de querer borrar de la historia el Informe de la CVR, el cual por supuesto que no es perfecto pero que sí ofrece una interpretación válida y valiosa para entender los problemas profundos para los cuales todavía no se vislumbra solución en el mediano plazo.
(*) Columnista del diario La República.
(*) Columnista del diario La República.
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